Irene, de siete años, es una niña que como muchos de su edad disfruta enormidades visitar los museos que están disponibles en la zona metropolitana de Monterrey.
Mi pequeña tiene muy claro que el Museo de Historia Mexicana es su favorito entre toda la oferta que existe en la región, principalmente por la réplica de un monolito de Quetzalcóatl que ahí se exhibe, además de la muestra de los distintos ecosistemas que existen en nuestro país.
Sin embargo, y aunque este espacio es su preferido, ninguna visita a este lugar puede estar completa sin antes visitar el MUNE, o Museo del Noreste, ubicado justo a un lado y que hace poquito estuvo celebrando sus primeros quince años de vida. Muchas felicidades.
Puedo entender perfectamente por qué Irene disfruta tanto visitar éste, su segundo museo preferido en el mundo mundial… hasta ahora.
El MUNE: Un viaje al pasado
Primero: ¿qué niño puede resistirse a cruzar por un puente de cristal que atraviesa el canal Santa Lucía? El sentimiento de aventura que hay en estos 50 metros es innegable.
Cosa curiosa: como siempre ingresamos por el puente, nuestro recorrido por el MUNE es como una especie de viaje al pasado.

Me explico: al ingresar por esta estructura, la primera sala a la que se tiene acceso es a la del Nuevo León moderno, con sus homenajes a Piporro, las réplicas de una botica y una oficina de los años veintes que son la delicia de Irene.
Ya perdí la cuenta de la cantidad de fotos que la peke se ha tomado en las sillas que están a un lado del viejo radio de bulbos, simulando que estamos escuchando una emisión de Kalimán o Chucho El Roto.
Pero ahora que lo recuerdo, va una justa aclaración: el Nuevo León moderno no es lo primero con lo que nos topamos. Está el enorme mapa en el piso de la sala que muestra la región noreste del país, con sus poblaciones, playas, montañas y todo lo necesario para que los niños jueguen a viajar cientos de kilómetros apenas dando dos pasos.
La cosa es que de ahí en adelante, el recorrido es bajar por la rampa pasando por las distintas épocas que se vivieron en nuestra región, incluyendo una réplica de uno de los botes que navegaron por el río Bravo, armas, uniformes y otros muchos artefactos y maquetas que realmente son la delicia de los pequeños.
Hemos encontrado, en nuestras visitas, que Irene disfruta mucho del último (o primer, depende cómo sea el recorrido) piso que detalla las tribus que habitaron Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas antes de la llegada de los españoles, pues ahí hay un módulo donde se puede escuchar un poema de este grupo poblacional, tanto en su lengua nativa como su traducción al español.
En fin, que el MUNE es otro espacio imperdible para todos los que quieran pasar un divertido y didáctico fin de semana con la familia. Basta que los padres tengan la paciencia para dejar que sus niños jueguen, aprendan y se diviertan pues, quién sabe, quizás al hacerlo también pueden aprender dos o tres cosas muy interesantes.
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