Desde hace varios años, hemos acostumbrado de cuando en cuando darnos la vuelta al Museo de Historia Mexicana, un hermoso espacio ubicado a un lado de la Macroplaza. Pues no estarán para saberlo, pero es el museo favorito de mi pequeña Irene, de siete años de edad.
No sé si han tenido la oportunidad de visitar este recinto. Seguramente sí, porque es una de las mejores opciones de paseo familiar, especialmente los domingos, cuando la entrada es gratuita.
Fácilmente puedes quemar tres horas de tu domingo en este paseo. Basta que los papás tengan la paciencia de dejar que los niños jueguen y aprendan.
El tema es que desde pequeña, Irene disfruta mucho asistir a este inmueble donde tienen una muy decente exhibición permanente que recorre de manera didáctica y divertida la totalidad de la Historia de México y Nuevo León, desde la época prehispánica hasta el Monterrey moderno.

Ayer, mientras comíamos y como una forma de prepararme para escribir esta entrega, le pregunté a Irene por qué el Museo de Historia Mexicana era su favorito y aquí les enlisto sus razones:
- La exposición de los ecosistemas en los que está dividido el país, con ejemplos de algunas de las especies que ahí pueden encontrarse. Según mi nena, le encanta encontrar a los animales escondidos entre la maleza y los árboles.
- Una réplica en miniatura del globo aerostático que se usaba en el Siglo XIX, que se eleva presionado un botón. Debo decir que Irene se la puede pasar horas viendo subir y bajar la maqueta.
- Las proyecciones que muestran los testimonios de algunas personas que vivieron en diferentes épocas de la Historia mexicana. Aquí un favor a quien corresponda: ¿podrían darles mantenimiento? Con el tiempo presentan fallas como volumen demasiado bajo o que simplemente no funcionan.
- La réplica de Quetzalcóatl que está apenas subiendo las escaleras. Me da mucha ternura que Irene dice que es “su dragón favorito” y siempre acostumbra -apenas llega a la sala de exhibición-, correr a “saludarlo”.
Debo decir que aunque estos son los espacios favoritos de Irene, disfruta por igual otras atracciones que ahí se encuentran, como la calculadora de números mayas, la breve historia del ferrocarril dentro del vagón que tienen dentro (cuando funciona) y la maqueta de la Gran Tenochtitlán, donde puedes encontrar sus principales barrios, avenidas y edificios.
De hecho, fácilmente puedes quemar tres horas de tu domingo en este paseo. Basta que los papás tengan la paciencia de dejar que los niños jueguen y aprendan.

Otro de los atractivos del Museo de Historia Mexicana es que tiene quizás, uno de los mejores restaurantes del centro de la ciudad.
Y aunque el Café del Museo está cerrado de forma temporal, pues está en un proceso de renovación, hay que decir que su cocina es una de las más atractivas del área, especialmente en sus opciones de hamburguesas, que superan en mucho cualquier negocio de la zona tanto en precio como en sabor.
Conste que por cuestiones de espacio no menciono las exposiciones temporales, conferencias, eventos especiales y un curso de verano que, debo decir, aún es recordado por Irene como la experiencia más divertida que ha tenido en años.
Por lo tanto, en el improbable caso que no hayan tenido la oportunidad de visitar el Museo de Historia Mexicana, este fin de semana es una excelente oportunidad para hacerlo, apreciando con ello un espacio que merece el orgullo de todos los que vivimos en esta ciudad.
Ahí luego les platico del MUNE, vecino de este inmueble, que estuvo de manteles largos pues cumplió sus primeros 15 años de vida.
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