A veces no es necesario saber a dónde te van a llevar tus pasos cuando sales a pasear con tus hijos. Recorrer las calles de tu barrio puede ser una gran experiencia.

Ya he dicho en anteriores ocasiones que vivir en la ciudad de Monterrey me parece una muy buena opción, especialmente para mí que tengo una niña de ocho años de edad.

Como ya lo había contado, vengo de una vida residiendo en Reynosa, Tamaulipas, una ciudad que tiene personas maravillosas pero, tristemente, adolece de una nula oferta de entretenimiento para las familias.

Eso no me ha pasado en Monterrey, donde las opciones son tan diversas que me han dado hasta para redactar esta entrega semanal.

Pero, debo reconocer, no todo es miel sobre hojuelas en mi estancia en esta ciudad rodeada de montañas. Hay cosas de aquí que no terminan por gustarme.

Una de las peores es la dependencia que tenemos los que aquí vivimos del automóvil. No podemos ir ni a las tortillas sin dejar de utilizar el auto.

Les soy sincero. Cuando puedo uso el transporte público e, incluso, intento caminar, especialmente cuando estoy en los alrededores de mi oficina, ubicada en el Barrio Antiguo y en donde moverse a pie puede ser una delicia.

Pues bien, les cuento que una tarde cualquiera, cuando se nos cerró el cerebro sobre a dónde podíamos irnos a pasear y quedarnos en casa a ver series no era una opción, tuvimos un chispazo de inspiración y decidimos caminar por nuestro barrio, sin destino fijo.

En serio, amigos, la decisión no pudo sido mejor.

Caminando por el barrio

Caminar con mi hija por las calles aledañas al hogar familiar fue una maravilla. Ir viendo las distintas casas que hay en los alrededores, los negocios, los pequeños detalles que le dan vida a los barrios en los que está dividida esta ciudad.

De pronto y sin haberlo planeado, nos encontramos que a unos pasos tenemos un parque de beisbol infantil, esto sin contar las plazas donde siempre va a haber una banca y una resbaladilla donde Irene puede jugar.

Recorrer la cuadra nos ayudó a reconocer la casa donde tenemos que estar alerta, pues en ella está el perro bravo que siempre nos espanta cuando salta sobre la reja ladrando como desesperado.

Estos paseos a ninguna parte nos han ayudado a reconocer a un amable señor de la tercera edad quien siempre está cuidando sus plantas y nos saluda de una forma tan amable que pareciera que nos conoce de toda la vida.

Es más, Irene ya tiene sus banquetas preferidas donde las cuarteadas en el cemento le permiten jugar a “no pisar la raya” de manera más emocionante.

Por más hallazgos a la vuelta de la esquina…

Caminar por el barrio nos dio la opción de encontrar un mundo diferente, emocionante y muy entretenido que, nunca lo hubiéramos pensado, estaba ahí, en la puerta de nuestra casa.

Inténtelo, seguro no se van a arrepentir.

diasdecombate@hotmail.com