Si fuiste fanático de la serie setentera El Hombre Invisible, y luego viste las películas que se hicieron al respecto, podrás estar de acuerdo que el morbo siempre era ver (aunque suene raro) cuando el personaje desparecía para salvar el día y solucionar los problemas y conflictos que se presentaban en cada capítulo.

Bueno, en Monterrey también tenemos un alcalde que le gusta emular al hombre invisible, pero no precisamente para convertirse en el héroe. 

Al contrario, nuestro antihéroe es una de esas especies no tan raras que pululan en el ambiente de la política y que pasan por debajo del radar de la opinión pública: ya sea porque les da flojera trabajar o porque de plano no quieren que nadie sepa qué están haciendo.

Hagamos un breve recuento de este año y meses que lleva en el puesto de Presidente Municipal de la capital de Nuevo León.

Luis Donaldo, en su primer informe de trabajo, dijo algo así como: “trabajamos para que la ciudad renaciera, y puedo decirles hoy con mucho orgullo que hemos creado oportunidades para toda la ciudadanía”.

Para que la ciudad renaciera. Ándale ¿Qué tal esa frase poética? Hueca, sin duda. 

Aseguró que se invirtieron en la ciudad más de mil 700 millones de pesos en obras, rehabilitación de parques, avenidas y calles y para construir pluviales. Ah caray. De plano se le fueron los números, porque a pesar de que yo no vivo en Monterrey, paso casi todos los días por los mismos baches, las mismas calles sucias y las plazas públicas abandonadas. 

Está construyendo además un puente peatonal del Parque España a Cintermex que a nadie servirá, pero que costará una millonada.

La única polémica que enfrentó fue cuando lo evidenciaron en estado presuntamente inconveniente (ebrio, pues) cuando presidía una sesión de Cabildo, vía remota desde un restaurante en Nueva York. 

Digo, no habría nada de malo que se echara sus tequilas, pero pues fuera de su horario de trabajo. En fin, él dijo que no, que todo fue un “error técnico”, que se le acabó la pila, que la mano del chango. Ya saben, excusas para salir del bochornoso asunto.

Además, tiene más de un año pagando publicidad en revistas nacionales y sitios de internet que lo promueven como “posible candidato” a la Presidencia de la República y ya párele de contar.

Nuestro hombre invisible no ha sido lo que la ciudad necesitaba, ni lo mucho que prometió en campaña. A diferencia de su amigo, el gobernador Samuel García, Colosio simplemente ha nadado de muertito, evitando dar declaraciones de contraste con el trabajo del mandatario estatal, algo que era común entre los políticos -aunque fueran del mismo partido- que querían sobresalir y promocionarse.

Uno de los adagios más conocidos sobre el puesto de alcalde es que Monterrey es la tumba de cualquier político. Vaya, el único que saltó a gobernador fue Sócrates Rizzo y ni terminó, porque se fue apestado por Zedillo. De ahí en más, nadie ha podido dar el campanazo por su buen trabajo o su popularidad.

Colosio ha vivido toda su vida política del apellido. Sí, su papá fue asesinado siendo candidato a la Presidencia. Lamentable, sin duda. Pero de ahí a que muchos traten de idealizarlo, pues hay mucho tramo. Ni su papá fue el político brillante y mucho menos el país está en deuda con el hombre invisible.