Un ensayo del poeta Armando Alanís Pulido
Nunca he pensado que escribir poesía te convierta en alguien que tenga súper poderes, pongo más clara mi idea: nunca he creído que escribir poesía te convierta en un súper héroe, por más que algunos crean y te lo digan amable y sinceramente como cumplido o piropo cuando se refieren a los poetas, he oído que los que escriben versos vuelan y nos hacen volar, o tienen una visión de rayos x y ven más allá de, o posean una fuerza bruta que puede derrumbar murallas o un aliento que nos puede proteger de determinados peligros… quiero aclarar en esta primera entrega de héroes en mangas de camisa, hacia donde voy: el titulo para mi columna lo tomé de un fragmento del hermoso discurso llamado “Los regiomontanos” que escribió Alfonso Reyes en el año de 1942 para una feria del libro que se celebró en la capital del país y del cual cito un fragmento:
“El regiomontano cuando no es hombre de saber, es hombre de sabiduría. Sin asomo de burla pudiera afirmarse que es un héroe en mangas de camisa, un paladín en blusa de obrero, un filósofo sin saberlo, un gran mexicano sin posturas estudiadas para el monumento y hasta creo que un hombre feliz. Por cuanto no hay más felicidad terrena que la de cerrar cada noche el cielo de los propósitos cotidianos, fielmente cumplidos, y el despertar cada mañana- tras el sueño del justo- con el ánimo bien templado para las determinaciones saludables ¡Finura y resistencia como el acero famoso de nuestras fundiciones! ¡Levedad y frescura como la bebida efervescente de nuestras cervecerías famosas! “
La semana pasada fui víctima de tres agresiones (dos de manera verbal y una física). Dichas agresiones fueron por hacer algunas cosas a las que me dedico: leer poesía, publicar libros de poesía y escribir poesía sobre diversas superficies. Pude defenderme solo en una en la que increpé a quien interrumpió la presentación de uno de mis libros para burlarse de mí e insultarme, en todos estos eventos sorpresivos y cobardes me sentí ofendido y por supuesto que me dolió de muchas formas, aún al escribir este texto todavía tengo algún hematoma y un leve malestar físico (afortunadamente nada grave) resultado de algunos golpes.
Inmediatamente la primera cosa que pensé cuando me vi una vez tirado y adolorido en el suelo y otras dos sorprendido por los groseras interrupciones, fue: bueno me había salvado o ya me tocaba. Mis hijos adolescentes preocupados me explicaron la existencia de los haters, cuyo término esta acuñado para las personas que sin motivo alguno te odian, te agreden y te atacan y que dedican tiempo y esfuerzo a denostar lo que otros hacen, lo hacen por supuesto sin razón alguna y sus actos en ocasiones se tornan violentos, agresivos y hasta peligrosos; lo de odio sin motivo alguno por supuesto que no lo creo del todo, e intuyo que tras esas actitudes se esconden una serie de frustraciones personales como la envidia, algún fanatismo, alguna obsesión y por supuesto un desorden mental en menor o mayor grado, ahora en frio reflexiono estos acontecimientos y ya no pienso que me había salvado o que algún día me tenía que tocar, sin asomo de burla he entendido que el oficio de poeta es igual de peligroso que el de periodista, y que esta ciudad agobiada por el aire sucio y por el tráfico vehicular descontrolado y sobre todo por el modo en que está siendo habitada por los regiomontanos, ha perdido en gran parte la finura, levedad y frescura, con la que nos definía Reyes el regiomontano universal, el mote universal por cierto me agrada y aspiro a él, pero no en el sentido de ser famoso o reconocido si no en su otra definición, la que se refiere a pertenencia es decir pertenecer a todos los tiempos, a todas las cosas y a todas las personas por eso me arremango la camisa y he decidido -sin ponerme a la defensiva-, seguir defendiéndome con y desde la poesía.
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