Somos opinadores profesionales, no comentaristas, ni analistas, ni chismosos, todo el día hay que decir cosas y hay que opinar sobre las cosas que se dicen, además que hay opinar con una seguridad impecable.
En 2026 volveremos a ser estrategas del futbol y soltaremos nuestro once ideal para, ahora sí, ser campeones del mundo y golear a Argentina y Francia y a Brasil.
En la entrega de los premios Oscar, nuestros conocimientos sobre cine -que son muchos, porque hemos visto muchas películas- nos harán despotricar contra el injusto ganador que por cuestiones políticas se llevó la estatuilla (aquí creo que re tuitear algo en las redes o compartirlo, citando o no las fuentes, también es nuestra opinión). No veo lejana la regulación, que será algo en lo que opinaremos todos.
Nada de lo que decimos es inocente, todo lleva un significado (oculto o no), descifrar o entrever la intención de lo dicho puede ser muy complicado.
Hace mucho que no me enojaba por el resultado de mi equipo de futbol, aclaro esto: me apasionan otras cosas, aunque el futbol es de las cosas más importantes en mi lista de cosas menos importantes, pero dejé de escuchar a los profesionales, los que salen en la radio y tv y arreglan una alineación en un dos por tres, siguieren nuevas contrataciones y juzgan el rendimiento y la vida del futbolista adentro y afuera de la cancha.
Hoy no pude evitar escucharlos mientras el tráfico de la mañana me abatía, la cosa empezó bien, es decir técnica, pero al poco tiempo fueron burlas y más burlas que a mi parecer llegaron a la ofensa, contra los jugadores, el cuerpo técnico, el anterior cuerpo técnico, los anteriores jugadores, la afición, los directivos y por supuesto decidí apagar la radio y tararear una canción mientras llegaba a mi destino.
El enojo contra mi equipo se me pasó, pero volví a reflexionar sobre lo que decimos, más allá de que el facilismo de la provocación ha sido algo que nos ha hecho mucho daño y en especial a los apasionados del futbol en Monterrey, inaugurado por Don Roberto Hernández Jr. un comentarista que polarizó al extremo las pasiones de ambas aficiones hasta llevarlas a límites peligrosos.
Hay muchas opciones: Decir lo que decimos porque otros lo dicen, o decirlo nada más por decirlo, o decirlo para provocar para molestar o para hacer enojar a otros, o decirlo sin pensar.
Todas estas formas son válidas (bueno la última la podemos discutir, es decir podemos decir muchas cosas al respecto) porque ante todo está la libre expresión. ¿Cuál es el punto? ¿Por qué le doy tantas vueltas para justificar que así es y ya? ¿Por qué lo estoy diciendo?
Porque el asunto es la reacción, nuestro comportamiento después de opinar o discutir puede ser violento o grosero o amable y conciliador.
La reacción está más asociada con la rapidez de una respuesta ante algo, pero el reflejo intelectual, emotivo, o de formación educativa esta contenido ahí, por más que lo asociemos al instinto, si uno no lee pierde la oportunidad de educar la sensibilidad, ampliar y afinar la conciencia histórica y, por supuesto, dar al idioma y por ende e nuestra comunicación mayor riqueza y exactitud
Ayer enojado por el resultado de mi equipo de futbol vi cómo un jugador de mi equipo favorito se acercaba a los jugadores contrarios y los saludaba de mano reconociéndoles el esfuerzo y la victoria, también vi cómo otro jugador de mi equipo echaba bronca, gritaba y trataba de golpear a los contrarios.
No sé quién de los jugadores a los que me refiero lee más, intuyo que el que reacciono de mala manera, ¿entonces que hay que decir ante esto? Pues que así es el futbol.
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