El comentario podría sonar extemporáneo, pero, creo, es necesario.

En mi pasada entrega, recomendé a las familias acudir a la más reciente edición de la UANLeer, la feria del libro organizada por la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Como lo conté, cumplimos con la tradición familiar de acudir al evento celebrado en el bello Colegio Civil.

Lo que no dije -y hoy pretendo remediar-, fue la enorme decepción que nos llevamos al encontrarnos una de las más grandes omisiones que me ha tocado presenciar en este evento: se olvidaron de los niños.

Decepcionados, con Irene tomada de la mano, recorrimos el patio de Colegio Civil con la esperanza de encontrarnos la sección dedicada a la literatura infantil. No lo hicimos.

Es verdad, la oferta era variada: había espacio para nuevos creadores, para jóvenes tiktoqueros (¿así se escribe?), para los clásicos creadores locales que año con año presentan su obra… pero nada para niños.

Cómo extrañamos los cuentacuentos, la oferta de libros para los pequeños, por Dios, hasta Luis Pescetti vino en el 2019.

Sin embargo, este año se olvidaron de los niños: nadie reparó que ellos también son mercado.

Porque es cierto, si quieren verlo como negocio, no repararon en que cualquier papá sale con uno, dos o más libros infantiles cuando visita una de estas ferias. 

¿Por qué se olvidaron de los pequeños? No lo sé, pero espero que no vuelvan a hacerlo.