El tiempo de calidad no es la estampa de familia feliz que nos presenta la publicidad, pero tampoco es una especie de lapso mágico de conexión, con el que muchos padres pretenden justificar su ausencia en la vida diaria de los hijos. Entonces… ¿qué es el tiempo de calidad?

El tiempo de calidad es un concepto muy trillado que se relaciona con dos mitos: el primero se refiere a cómo deberían verse las familias que lo consiguen, mientras que el segundo es un argumento falaz para justificar la ausencia de los padres en la vida diaria de sus hijos.

En primera instancia, en los medios de comunicación la publicidad nos habla del tiempo en familia con imágenes de padres e hijos sonrientes, en ambientes angelicales o imposiblemente divertidos. Chicos y grandes, por igual, lucen dichosos mientras se congregan en torno a un juego de mesa o para dar un paseo en el parque…

Por otro lado, también es un argumento para justificar las jornadas que diariamente pasan muchos padres alejados de sus hijos. No importa la cantidad de tiempo compartido, dicen, sino que este tiempo sea “de calidad”. Como si el acompañamiento y la presencia que las niñas y niños necesitan de sus cuidadores, pudiera cristalizarse de manera mágica en 30 minutos o menos.

Frente a estos mitos, es importante aclarar que el tiempo de calidad no es necesariamente un momento divertido o de ensoñación (a veces lo es, pero la mayoría de las ocasiones es simplemente la escucha activa en situaciones de la vida cotidiana); y que tampoco puede surgir como por arte de magia con un ratito de 15 minutos compartido con los hijos al término del día.

El tiempo de calidad es acompañamiento

Respecto al primer mito, hay que aclarar que el tiempo de calidad nunca es igual para todas las familias. Las actividades que podemos realizar para estar juntos de forma significativa varían de acuerdo con nuestros caracteres individuales -como las edades, gustos y personalidades de los miembros de la familia- y los rasgos sociales -como la cultura y el nivel socioeconómico-, entre otros aspectos.

Por eso, las pautas de crianza nunca son recetas con las cuales se prepara un buen niño, como destaca la “Guía sobre Pautas de Crianza para niños y niñas de 0 a 5 años de edad: ¿Mucho, poquito o nada?”, de Unicef. Estas condiciones son distintas según la cultura y la idiosincrasia familiar.

Sin embargo, el tiempo de calidad siempre será sinónimo de acompañamiento inteligente, cálido y afectuoso por parte de los padres o cuidadores significativos, donde quiera que éste ocurra y a través de las más diversas actividades.

Nos acompañamos, ¿en qué?

Compartir el silencio puede ser significativo en la formación de los chicos, igual que platicar en los trayectos de la casa a la escuela o comentar los pormenores del día mientras se concilia el sueño. Y debido a que estos momentos deben ser de escucha y atención, los adultos deben evitar las distracciones digitales.

En el caso de los bebés y niños pequeños, la interacción emocional es indispensable para la evolución adecuada del sistema nervioso central y la formación de un sentido del yo, como subrayan T. Berry Brazelton y Stanley Greenspan, en el libro “Las necesidades básicas de la infancia: lo que cada niño o niña precisa para vivir, crecer y aprender”.

El desarrollo cerebral necesita de la interacción con los adultos.

“Las experiencias emocionalmente adecuadas, motivadoras e interesantes estimulan los centros de aprendizaje del cerebro de una forma diferente a como sucede en el caso de experiencias que son menos estimulantes”, escriben los especialistas en psiquiatría infantil.

Y conforme pasan los años, las relaciones con los adultos siguen siendo cruciales para su desarrollo afectivo e intelectual. En particular, la regulación de las emociones

La cantidad de tiempo es relevante

Ahora bien, respecto al segundo minuto, hay que insistir en que además de ser afectuoso y emocionalmente adecuado, el tiempo que pasan los niñas y niños con sus cuidadores también debe ser suficiente en cantidad.

Claro, el nivel de supervisión que los chicos necesitan depende de su edad. Pero todos requieren la disponibilidad de los adultos durante gran parte de su día, es decir, la presencia y disposición de atenderlos en cuanto sea necesario.

Por eso, el argumento de que el tiempo en familia no requiere cantidad, sino calidad, es un mito. Para empezar, nos explica el psicólogo Alberto Soler, ambos atributos no son incompatibles: los niños necesitan calidad y cantidad.

Necesitan al menos 3 horas

¿Cuánto es el tiempo de calidad que se necesita? Brazelton y Greenspan estiman que al menos unas tres horas diarias, en el caso de los niños y niñas en edad escolar. Por supuesto, los estándares varían según las edades y durante la primera infancia la disponibilidad abarca prácticamente todo el día.

Sin embargo, cuando los padres empiezan a contar las horas y minutos que necesitan pasar diariamente con sus hijos, pareciera que están buscando dar lo que les sobre. En realidad, el tiempo de calidad no es más que el acompañamiento afectuoso y la disponibilidad que los cuidadores necesitamos otorgar día con día, de manera consistente.

Y no se trata solo de hacerlo por los niños, sino por nosotros mismos: el tiempo de calidad nos ayuda a disfrutar de su infancia y en general de todo el proceso de crianza… ese periodo de nuestra vida en que los días son largos, pero los años, muy cortos.