Apenas iniciado el año, a todos nos cae el veinte de lo necesario que es reactivarse físicamente.
Algunos lo hacen para bajar esos kilitos de más y hay quienes -como en mi caso-, que debemos de hacerlo por salud.
Hace meses llegué a los cincuenta años y, debo reconocer, el físico ya no da lo que hace unos lustros, además de que se me ha vuelto necesario checar mis niveles de azúcar y presión arterial.
En una de esas visitas al doctor, me informó que estaba a un paso de tener problemas de hipertensión que volverían necesaria la ingesta de una pastilla diaria para controlar estos niveles que, si no se atienden a tiempo, pueden ser letales.
La solución, me dijo el joven médico que me vio, es activarse, hacer -al menos-, media hora de ejercicio vigoroso que ayude acelerar el ritmo cardiaco y con ello buscar que mi presión arterial se controle.
Así lo hice durante unos meses hasta que llegaron las navidades y, como todos, caí víctima de las cenas, los tragos y los platillos decembrinos.
El beneficio de activarse en familia
Iniciado el año, como todos lo hacemos, reinicié mi rutina física y en una de esas sesiones me dio por pensar por qué lo estaba haciendo solo, o sea ¿no sería una buena idea involucrar a mi nena de ocho años a que hagamos ejercicio juntos?
Todos sabemos que, como padres, somos los principales ejemplos de nuestros hijos y, por ejemplo, si ellos nos ven leyendo, es bastante probable que van a tomar el hábito.
Lo mismo funciona con el ejercicio, basta encontrar la manera de lograr involucrarla en mi rutina… solo que hasta ahora sigo buscando la mejor manera de hacerlo.
Tengo claro que esto es algo que voy a solucionar en los próximos días, pues nada me daría más gusto que Irene tomara el buen hábito de ejercitarse y si lo puede hacer junto con su papá, pues qué mejor.
Creo que lo más que puedo prometer es que en próximas entregas les cuente cómo salió todo esto.
diasdecombate@hotmail.com
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