Por Luciano Campos
La caricatura Remi, el niño de nadie rompió con todos los estereotipos de la televisión familiar que veíamos en México durante la década de 1980. Para empezar, el protagonista no tenía super poderes y el drama que le acontecía era de dimensiones nunca antes vistas.
Crecí entre telenovelas y series. Una de ellas fue la caricatura Remi. En México se transmitían por TV abierta culebrones a todas horas y por, prácticamente, todos los canales. A fin de cuentas, las producciones nacionales y las venezolanas eran las mejores del género, según se nos repetía, para remarcar la calidad de los dramas que nos recetaban las televisoras a cucharadas, para mantenernos pegados al aparato.
Al inicio de la década de los 80 ingresé a la secundaria. En casa veíamos series tan diversas como truculentas y siempre emocionantes, como El Hijo de Ángela María, Muchacha Italiana viene a Casarse, Esmeralda y Rina.
También había transmisión de algunas emisiones para niños, como la argentina Jacinta Pichimauida que seguía a una angelical maestra y a sus alumnos en un salón de clases; o la mexicana Mundo de Juguete, que se interesaba en el universo de fantasía que creaba la huérfana Cristina, buscando que su padre viudo se casara con una guapa y bondadosa monja, la Hermana Rosario.
Con una oferta muy limitada de entretenimiento televisado, de muy niño acompañaba frente a la tele a mi madre, quien se retorcía las manos, emocionada con el drama Encrucijada. Esperaba que la digna Susan (Irán Eory) se quedara con el noble William (Claudio Obregón). Pero el asunto se complicaba, porque ya había regresado de la guerra el soldado Fred (Enrique Aguilar), a quien habían dado por muerto y quien reclamaba a la que era su mujer y al hijo que no había conocido.
En esas estaba, viendo dramas para señoras que se la pasaban enquehaceradas, cuando me encontré atrapado en una telenovela animada. Se llamaba Remi, el Niño de Nadie, producción japonesa de anime. La historia era magnífica. No se conocía en México un drama con tales dimensiones y, menos, dirigida a los niños, quienes veíamos con el corazón estrujado las desventuras de este chico, a quien la fatalidad no le daba tregua.
Sufrir es su destino
Basada en la novela Sin Familia, de Hector Maliot, publicada en 1878, la historia de la caricatura Remi, el Niño de Nadie está ubicada en Francia y sigue a un niño, llamado Remi, de ocho años de edad, quien vive en una aldea empobrecida con su madre, la bondadosa Señora Barberin.
Un mal día, el amargado marido Jerome Barberin regresa a la aldea, después de años de ausencia. Desconoce al niño e, inesperadamente, y a espaldas de su mujer, lo vende por 40 francos.

En aquellos años de inicio de los 80, los chicos habíamos visto algunos trabajos de animación japonesa como Astroboy, Kimba, o Zafiro La Princesa Caballero, que eran, básicamente, de aventuras en una confrontación tradicional del bien contra el mal. Sin embargo, Remi, exhibida como una serie de 51 capítulos, de 23 minutos cada uno, era inusualmente brutal. No daba ninguna concesión el serial dirigido por Osamu Dezsaki, que se había estrenado en Japón en 1977.
El primer episodio establece un tono de desolación y tormento. El pobre Remi ve cómo su madre tiene qué desprenderse de la vaca Rusette, su mejor amiga. El campesino que la compra se la lleva bajo la lluvia mientras le da de fuetazos. Desde el estreno, conocemos uno de los recursos más efectivos de la serie: los ojos vibrantes de emoción.
En los momentos de mayor tensión, la imagen se concentra en unas pupilas que se agitan cuando el personaje está asustado, triste, iracundo, temeroso, impactado, angustiado.
De inmediato, nos metemos en los códigos visuales de la historia. Las ilustraciones 3D son elementales, pero el director de animación Akio Sugino astutamente les da vida inusual. Mueve imágenes fijas dentro del mismo encuadre, lo que hace que cada escena -narrada mayormente con figuras rígidas- adopte una sorprendente dinámica.
Pronto, nos identificamos con la voz bondadosa del pequeño, interpretada en español por la artista del doblaje Rocío Garcel.
Un drama de dimensiones nunca antes vistas
En los primeros episodios, me doy cuenta de que la historia pinta para algo serio. El niño no es un héroe ni tiene superpoderes: es un pobre pequeño maltratado. Y luego entra a escena el Señor Vitalis, el personaje más vigoroso de toda la serie. Compra a Remi y se lo lleva a recorrer Francia con su circo ambulante. El mentor es rígido y disciplinado, pero muy buena persona. Acoge a Remi como el hijo que no tuvo, lo educa y lo protege. Le proporciona la imagen paternal que nunca ha tenido.

Pero se activa el resorte de la sospecha y surge una terrible contradicción: ¿por qué voy a sentir simpatía por un hombre que compra a un niño? ¡Es un delincuente! No digo nada sobre Jerome, que era un crápula. Pero no puede comportarse tan bajo este viejo, que creemos que es buen tipo. Es culto y refinado, un artista de grandes vuelos venido a menos que, sin embargo, incurre en un montón de ilegalidades, pasando por el secuestro, explotación y trata de infantes.
La historia me atrapó de inmediato y me proporcionó una emoción que no me había dado ni siquiera La Zulianita, que era el drama más impactante que había seguido hasta entonces.
Eran tremendamente atractivos Martha María Domínguez y Juan Carlos Arocha (los chabacanos Lupita Ferrer y José Bardina), como la pareja de la criada humilde en la casona del niño rico. Pero las desventuras de Remi le daban una nueva dimensión a mis sentimientos en formación. Ya sabía en qué iban a terminar todas las telenovelas que había seguido hasta entonces. Pero nada podía anticipar la ruta azarosa de este muchacho, que andaba desamparado en un mundo cruel.

Cuando me atrapó la caricatura Remi, cursaba primero de secundaria, creo, en el turno vespertino. La serie era transmitida a nivel nacional en XHGC Canal 5, de lunes a viernes a las 18:00 horas. Salía de la escuela y me lanzaba como de rayo a encender la tele, y siempre llegaba justo cuando estaba iniciando el episodio de ese día.
Con la voz perfecta del narrador Agustín López, se percibía relato mucho más culto y literario que los dramones que veía, producidos en Caracas y en la Ciudad de México, que tenían la fórmula recontragastada de los chicos que se enamoran, se separan por culpa de un agente malvado que se opone a su amor, y que al final triunfan y se besan en el altar para sellar su felicidad perpetua. Por definición, en esos seriales latinos estaba el componente infaltable de la esperanza pues, luego de tantas desventuras, la fe siempre da grandes recompensas.
Pero con Remi la felicidad no aparecía por ningún lado. El niño casi iletrado pasaba hambres, desprecio y frío, y llevaba una vida miserable. Los atacan los lobos en el bosque. Un policía malvado arremete contra Vitalis y provoca que lo echen a la cárcel. Luego están los episodios inolvidables, por traumáticos, de la despedida del mono Corazón Alegre, que deja su último aliento en la calle, abatido por la pulmonía, en una escena dostoyevskianamente desgarradora.
Luego está la muerte de Vitalis, que se sacrifica para salvar a Remi y el fiel perro Capi en medio de la tormenta de nieve. Este episodio, el 26, que ocurre exactamente a la mitad de la serie, marca un hito en la historia de la televisión de México.
Ningún niño de México había sentido tal desolación en una emisión dirigida al público infantil, como con la caricatura Remi. El drama nos traspasaba de tristeza. Vamos, con Pedro Infante ya habíamos visto la muerte de El Torito en Nosotros los Pobres, y el posterior llanto enloquecido de Pepe El Toro. El mismo Pedrito nos arrancó el corazón del pecho, cuando encuentra a su hijo fallecido en Un Rincón Cerca del Cielo. Pero, hey, eran películas para adultos que nos permitían ver a los niños. En cambio, Remi era para nosotros, los chavales, que teníamos un espíritu impresionable.
Pese a todo, al final terminamos queriendo a Vitalis. Me justifico pensando que en aquel tiempo no había mucha consciencia sobre los derechos de los niños, y eso de hacerse cargo de uno a cambio de unas monedas, era de uso corriente. De cualquier manera, da la vida por el chico y se redime a la hora decisiva.

La serie tiene innumerables peripecias, cada una más original y mejor descrita que la anterior, hasta llegar al secuestro del niño y el rescate que urde Matia, su camarada de aventuras. Remi es un chico realmente bien portado y duro. Siempre hace lo correcto, es noble y de gran valor y entereza. Una y otra vez se demuestra que su honradez lo mete en problemas. Pero, al último, triunfa. Queda con muchísimas cicatrices y entraña grandes dolores, pero obtiene una gran recompensa, con una vida plena. Nadie tuvo un aprendizaje tan severo como él y, como se dice en el epílogo, al convertirse en un profesionista, defensor de la ley, seguramente se convierte en un litigante compasivo.
Caricatura Remi, el Niño de Nadie: una serie inigualable
Han pasado los años, ya soy cincuentón y, como se nota, nunca olvidé al niño de nadie. Me quedé para siempre con los temas de Takeo Watanabe: Tun tun Caminar y Por el Campo Voy.
Recientemente, he visto series increíbles. Puedo destacar algunas, escritas por dioses, como House of Cards, Breaking Bad, The Crown, Better Call Saul, Outlander. Su producción, las actuaciones, el guión, las hacen magníficas. Y las he disfrutado tremendamente.
Sin embargo, ninguna ha conseguido estrujarme el corazón como lo hizo Remi, quien ha acompañado todo el camino a aquel niño que nunca he dejado se ser. Aún hoy, cuando enfrento un problema, escucho a Vitalis que me dice: “¡Siempre adelante!”.
Wow realmente me hiciste regresar a esos tiempos Luciano
Excelente narrativa
Me encantaría seguirte leyendo
Me atrapo su narración de Remi
Ayer precisamente casual, vi que uno d mis rosales no se heló con este pasado frío y m.asombre dije comooo? Mi esposo m.recordo son d frío no les pasa nada.
Y yo aah siii, vino a mi mente los viveros donde alguna vez una familia le dio alojamiento a Remi, y sii aparecían las rosas maravillosas y había nieve, ellas intactas, pero chin ó
Ñ desgracia para Remi c quebro un cristal enorme y caro que protegía aquellas rosas. Siempre eh pensado que que manera d torturarnos yo era muy niña y decía por que, por que todo lo malo le pasaba, usaba zapatos creo d madera q le hacian daño, (creo que el Sr. Vitalis le compro unos d piel, no c si d ahí viene mi trauma d lo primero comprarle a mis hijos u sobrinos son zapatos) los perros c muertos por lobos, su madre no pudo hacer nada por El, todo mal. Comían un mendrugo d pan.
M sorprendió leerte y precisamente ayer recordar todo eso. Tengo las imágenes en mi mente como entonces y aún lloro por ello.
Saludos
Recientemente se publicó en México la novela de Malot:
https://www.youtube.com/watch?v=JeFJFAV9Wrg
Cómo crees que nos afectó psicológicamente hablando esta caricatura? Yo también recuerdo la canción y pienso que debemos tener algo en nuestras mentes pues éramos unos chiquillos cuando vimos la serie, my gustaría saber y gracias