Considero necesario aclarar que esta entrega no habla de un lugar al que hemos visitado como familia, sino absolutamente todo lo contrario: trata de un sitio al que nunca hemos ido.

En lo personal disfruto el futbol, no tanto como muchos amigos muy queridos que tengo, pero puedo decir que me complace presenciar un buen partido.

Sin embargo, a diferencia de muchos de mis amigos, especialmente los que viven en Monterrey, la experiencia de acudir a un estadio a ver un partido en vivo no la tuve sino hasta bien entrada mi segunda década de vida.

Lo recuerdo perfectamente, fue un Chivas Rayados en el desaparecido Estadio Tecnológico al que acudí junto con un entrañable grupo de amigos.

A partir de entonces, mi cuota de estadios y la calidad de juegos ha crecido gracias a mi empleo. He estado en finales (tanto en las gradas como a nivel de cancha), en competencias internaciones e, incluso, llegue a pisar “tierra santa” como lo es La Bombonera de Buenos Aires.

La explicación de por qué soy así es muy sencilla: A diferencia de mis amigos, mi padre nunca fue un fanático de hueso colorado del balompié. No acostumbraba ver los juegos en la tele, mucho menos hacer por llevarnos al estadio a mi hermano y a mí. Para ser sincero, su gusto por el Santos Laguna le llegó hasta los últimos años de su vida.

Quizás por ello, nunca crecí viendo como héroes a los jugadores que aparecían en las pantallas de la tele los domingos. Nunca tuve en las paredes de mi cuarto un poster de algún equipo y jamás guardé el autógrafo de un delantero entre mis posesiones más preciadas.

La liga de futbol femenil: un nuevo espacio

Aspecto de Tigres vs Rayadas, en la semifinal ida Torneo de Apertura 2022. Cortesía: Rayadas.

Hoy que soy padre de una pequeña de ocho años de edad, comprendo que muy seguramente me perdí de algo muy importante en mi niñez.

Sin embargo, como ya les dije, he estado en muchísimos estadios y, debo decirles, no considero que sean un lugar adecuado para llevar a mi hija. Las pasiones se desbordan muy fácilmente lubricadas por el excesivo consumo de cerveza.

Aun así hay una luz en el túnel para el deseo de que Irene conozca lo que es la experiencia de gritar un gol junto con varios miles de fanáticos.

La liga de futbol femenil, ya sea con Rayadas o con Tigres, se ha desarrollado como un espacio donde, a diferencia de con los hombres, los niños y las niñas son bienvenidos.

He reportado múltiples historias de pequeñas inspiradas por las jugadoras de estas instituciones que no solo las tienen como ídolos, sino que las ha invitado a comenzar a patear un balón.

Ver estos ejemplos tan bellos, de pequeñas emocionadas por los colores de un equipo, me invita a un día romper con mi formación y compartir con mi hija 90 minutos viendo a unas chicas romperse el alma correteando un balón.

Cómo ven ¿me animo?

diasdecombate@hotmail.com