¿Puede matarnos el peso de vivir en la tierra? Esta pregunta metafórica lleva a Nicolás, personaje principal de la novela El peso de vivir en la tierra (Alfaguara, 2022), de David Toscana (Monterrey, 1961) a replantearse la existencia y optar por vivir en un mundo donde las historias, las situaciones, los personajes, los escritores rusos, son el eje principal de fuga y contacto frente a una vida tan cotidiana que lo abruma hasta el punto de elegir dejar su vida de oficinista y postularse para una expedición espacial.
David, que para eso tiene nombre del rey que cantaba las mañanitas, ama la música y en esta obra literaria nos muestra su generosidad al regalarnos un musical de los maestros rusos. El autor mezcla sin recato fragmentos de novelas, poemas, cuentos magistrales que provienen del país donde las distancias se miden en verstas; parafrasea diálogos, mezcla personajes, intercambia líneas de inicio y final de novelas consagradas y al denunciar que los poetas eran perseguidos por el hecho de hacer poesía, nos cuestiona sobre la relevancia y trascendencia del oficio de escribir. Esta novela es una clase montessori de literatura e historia de la humanidad, donde cada lector aprenderá a su ritmo de acuerdo a sus capacidades.
Dentro de las constantes de su obra encontramos los personajes entrañables y estrambóticos -cuya evocación me llevó hasta Santa María del Circo-, la historia lineal que fluye desde el inicio y la historia subyacente que depende de la imaginación de quien decide pasearse por el universo toscaniano. Vuelven las referencias a Monterrey: el Lontananza se disfraza de Bar Sályut y los personajes tienen su estación espacial en el teleférico del cerro de la Silla.
David conoce el lenguaje, sabe escogerlo y dosificarlo. Inventa nombres, retoma anacronismos, establece un registro que más que apropiado resulta verosímil y le permite contar con mayor soltura la historia que aquí se plantea.
Detrás de cada página hay sorpresas: iremos a una boda a la usanza rusa, seremos testigos de disertaciones acerca de la literatura y reflexiones sobre la humanidad, atenderemos a un tuberculoso, y presenciaremos ceremonias de Premio Nobel. Es una invitación a pensar en los motivos para vivir, el paso del tiempo y, sí, la inmensidad del espacio.

Todas las novelas felices se parecen unas a otras, pero cada una es feliz a su manera, al cerrar el libro sonreiremos y celebraremos la inventiva de quien decidió escribir sobre aquello que le apasionaba. En enero de este año recibió el Premio Mazatlán de novela y, recientemente, en mayo, obtuvo el Premio Vargas Llosa de Literatura. Deseo que las ceremonias del Nobel que plantea en su texto sean premonitorias y la siguiente expedición tenga por destino Suecia.
Puede ser que para algunos sea insoportable el peso de vivir en la tierra. La literatura aligera este tránsito y David Toscana regala su genialidad en cada página. Despeguemos.
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