Luego de un parón navideño, reinicio estas entregas contándoles que aunque no es algo que hagamos cada semana en casa -Dios sabe que el precio la está convirtiendo en un artículo de lujo-, de cuando en cuando voy a un supermercado cercano a comprar barbacoa.
Hoy que una niña de ocho años anda saltando por los sillones y colgándose de los candiles desde las siete de la mañana, he encontrado en esta vuelta mañanera de domingo de barbacoa la excusa perfecta no solo para salir juntos, sino para instruir a la pequeña en una importante habilidad en la vida: hacer el mandado.
Como acudo a un supermercado, esta vuelta me ayuda a que Irene me ayude a escoger algunas frutas y verduras gracias a los sabios consejos de su mamá, quien ha sido más paciente y hábil para explicarle el punto exacto en el que deben estar los tomates, el plátano y otras delicias.
Poco a poco y conforme va creciendo, invito a la niña a que busque salsa, frijoles, pasta y lo que sea que tengamos en la lista de compras de esa mañana.
Me agrada verla concentrada, encontrando la marca y presentación exacta que luego llega y coloca en el carrito.
No soy un maestro pedagogo y estoy seguro de que esta decisión de instruir a la pequeña en el arte de abastecerse de alimentos respondió más a la necesidad de mantenerla entretenida en el super; sin embargo, hoy me queda claro que le estamos dando una importante habilidad que más adelante necesitará en su vida.
Además, ir al súper acompañado de mi nena ha convertido la experiencia en algo mucho más entretenido, un pequeño paseo que más adelante vamos a recordar con cariño.
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