Siempre hemos estado convencidos que allá arriba, en el Cielo, Irene tiene dos ángeles super cool viendo por ella.
Dionisio y Gerardo, sus abuelos, ya no están físicamente con nosotros, pero a diario su presencia es una constante en nuestra vida familiar.
El arquitecto Dionisio falleció semanas antes de que supiéramos que Irene llegaría a este mundo y estamos convencidos de que, apenas llegó a la eternidad, movió sus influencias para que se concretara el embarazo.
El licenciado Gerardo sí conoció a la pequeña durante sus primeros dos años de vida y puedo decir con plena seguridad y sin temor a equivocarme que la disfrutó mucho.
Por cuestiones geográficas, Irene tiene una relación más cercana con Susana, su abuela materna y quien, no me queda la menor duda, es su mejor amiga.
Deberían de verlas juntas, son un par de niñas, cómplices de juegos, risas, apapachos, comida caliente y deliciosa, pues está sazonada con el corazón.
Cuando están juntas, no existe nadie más en el mundo. Son la imagen perfecta del amor entre una nieta y su abuela.
Con Eva, los encuentros son más esporádicos, pero el cariño también puede sentirse.

Viendo estas convivencias, me queda claro que la relación abuelos – nietos es un ganar-ganar. Los pequeños obtienen amor incondicional y los adultos una inyección de alegría que solamente puede dar el cariño de un niño.
Por ello intentamos estar muy cerca de Susana y, cuando se puede, de Eva.
A Irene le hace muy bien estar con sus abuelas. Es un gozo innegable, el punto más alto de su semana, sus horas favoritas.
Este fin de semana, si no tienen a dónde ir, vayan a la casa de los abuelos. No encontrarán un lugar más cálido, huevito con jamón más sabroso y abrazos más reconfortantes que en este lugar. Si no me creen, pregúntenles a sus hijos.
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