Serás carroña o polvo algún día, pero por lo pronto dame un abrazo.
La poesía es un perro sarnoso, la poesía la escriben los idiotas que están y que se sienten enamorados nos dice, nos grita Xavi Bortoni, un poeta necesario para esta ciudad y ¿por qué digo necesario? ¿qué no todos los poetas son necesarios? Pues no, no lo son, porque lo voy a decir bien claro y simple: hay muchos poetas innecesarios, de esos entusiasmados por otros poetas innecesarios que suspiran y aplauden sus versos innecesarios abaratándose más.
Bortoni en cambio -como bien dice Benito Rosales Barrientos en el prólogo- es un bato que apuesta por la simpleza y eso no es simple. En su condición de urbano-periférico –vago sabe que hay que recorrer la ciudad, caminarla, saborear lo agridulce, traducir su belleza o su fealdad, entender a sus habitantes codearse con ellos y afrontarlos o soportarlos o amarlos porque la ciudad (Monterrey) es un poema de versos interminables como sus calles.
Bajo la mirada perra
Si algún sonido tiene la ciudad es el del ladrido de los perros, la imagen canina aparece en seis de los veintidós poemas que conforman el libro, Bortoni sabe muy bien que no es lo mismo perrero que perreo (es además músico y entiende muy bien la facilidad y la felicidad de los ritmos).
Afuera ladran los perros
como si mencionaran tu nombre en sus ladridos
el mundo está denso
guerras
oscuridades fantasma
pienso en mi juventud
en la muerte de mi madre
en las rosas hermosas de su jardín
escucho un saxofón
me asomo a la ventana
y veo que lo toca un hombre de gabardina azul
¿a dónde lo llevará el polvo?
¿y los perros?
Los recuerdos perros no dejaban de ladrar
(No dejaban de ladrar, pág. 5)
Un frasco de exótico perfume, destapado
La poesía le saca las bestias a la ciudad, las visibiliza, las exhibe. Xavi -muñequito iconoclasta-posee la condición fundamental de todo poeta, estar enamorado permanentemente y lo está. Por eso dice cosas, por eso las escribe, por eso reclama, él anda bien tranqui y compone rolas y hace programas en línea y trabaja y tiene familia.
No pertenece a la aristocracia poética regiomontana, que además ni existe, ni tampoco está en el bajo mundo poético que se dice tallerea de lunes a domingo 12 horas diarias en cafés del centro de Monterrey, ¿porque saben qué? tampoco existe, lo que existe es su vivencia, su crónica, su poesía que asciende sobre las horas vacías de las hemorragias locales, se nutre de la realidad.
Yo creo que sus textos tal vez construyen un porvenir porque así como encadena sus emociones, también es un malabarista que equilibra toda la magia que sus ojos ven en los oscuros trayectos de sus rutas cotidianas y azarosas. A veces lo acompaña una nube, o un perro que se llama nube o su propia sombra, o la sombra que dan las nubes, o las sombras nocturnas.
Por lo pronto en esta aventura editorial lo acompañan ilustraciones de Salvador Gónzalez, uno de los mejores caricaturistas políticos que hay en este país y además la portada es un dibujo de Capricornio Nowhere Man vocalista del grupo El gran silencio, una de las mejores bandas de rock del mundo.
El corazón de la ciudad late profundamente
en hoteles devastados por el sexo de la noche
la noche que anuncia tristezas
en cárceles y hospitales
dónde quedó la lluvia que ahogó mis lágrimas
dónde quedó aquel hombre que recogía con sus manos
las hojas secas que caían en otoño
¿dónde?
(El corazón de la ciudad, pág. 30)
Un poema de los goliardos
Bortoni es un goliardo, ese juglar que interrumpe la misa (es decir la solemnidad) y empieza a cantar, aunque el refiera que solo es un espectador del show nocturno, convierte el sentimentalismo primitivo que todos contenemos y que nos contiene (en ambos sentidos) y convierte sus palabras en resplandor, en anarquía ilimitada, entonces el Bortoni y sus versos adquieren carta de ciudadano de la noche, de impertinente armonizador de la libertad en una urbe amortajada con el llanto de la decadencia disfrazada de Tesla.
Xavi Bortoni en Le dimos al amor pistolas, no es un poeta al que hay que descubrir, es un poeta que nos descubre, que nos convida a masticar la pastilla agridulce que es el mundo, sus versos ásperos y túrgidos son una lluvia en la madrugada, son el ladrido de los perros, son pájaros de sol en el eclipse de sol, son unas rosas hermosas en el jardín de su madre, son lo que somos sin culparnos, son un corazón que es que puede ser un revólver.
Xavi Bortoni
Le dimos al amor pistolas
2023
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