Un buen día, te das cuenta de que tu hijo o hija ya no corre a pedirte ayuda y que puede pasar la mayoría de su día a día sin preguntarte nada.
Comienza entonces el esfuerzo por estar cerca, pero sin invadir. Por mantenernos atentos a sus vida, sin que sientan el menor atisbo de acoso.
A pesar de que toman su distancia, nuestros esfuerzos por formar su carácter deben continuar. Los buenos hábitos, la disciplina, perseverancia, autocuidado, responsabilidad y la formación de cualidades son aspectos que necesitan seguirse cultivando con apoyo de los adultos cuidadores, de acuerdo con especialistas en el desarrollo de los adolescentes.
Precisamente, la resiliencia es una de las cualidades que tienen más oportunidad de florecer a partir de la adolescencia, de acuerdo con la investigación especializada en el tema.
Y una de las maneras directas de fortalecer esta virtud es el optimismo. Cultivando la actitud positiva hacia los problemas, viéndolos como algo relativo y sin pensamientos catastrofistas, estaremos más cerca de educar adolescentes resilientes.
La importancia del optimismo
Como sabes, estar saludables no significa simplemente estar libres de enfermedad.
Desde 1948, la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió a la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social.
Por eso la psicología positiva resalta la importancia de promover fortalezas y hábitos que ayuden al bienestar psicológico de las personas, y por lo tanto que aumenten su felicidad.
Sin importar nuestra edad, el optimismo es una de las fortalezas que no solamente promueven el bienestar, sino que también facilitan que seamos más resilientes, como destaca el artículo «Optimismo y resiliencia en adolescentes», de María del Rosario Richards-
¿Qué es el optimismo?
Tú como ves el vaso: ¿medio lleno o medio vacío? Esta vieja pregunta es una manera perfecta de entender la principal diferencia entre optimismo y pesimismo.
Mientras que el optimismo es una tendencia a explicar los sucesos negativos ocurridos en la vida como algo externo a uno mismo y que no se repetirá, el pesimismo es la actitud de explicar los malos sucesos como algo ocasionado por uno mismo. Y no solo eso: cuando somos pesimistas, también tendemos a pensar que ese evento negativo volverá a ocurrir o que se extenderá hacia otros ámbitos de la vida.
Así lo explican los investigadores Abramson, Seligman y Teasdale en un trabajo clave de la psicología positiva que se puede consultar aquí.
Entonces, cuando un adolescente es optimista, interpreta sus problemas como pasajeros y controlables. Pero si en cambio es pesimista, verá sus problemas como perdurables y fuera de su control.
La resiliencia en adolescentes
En Psicología, la resiliencia es la tendencia de superar las adversidades y salir fortalecidos de ella. De hecho, en su origen la resiliencia proviene del latín «resilio», que significa capacidad de saltar hacia adelante que tienen algunos materiales para volver a su estado original después de una deformación, como nos recuerda Richards.
Una persona resiliente es la que consigue mantenerse en equilibrio sin afectar su vida. Cuando somos capaces de aprender de esas experiencias adversas, estamos siendo resilientes.
Ahora bien, como suele suceder con las fortalezas, la resiliencia se va desarrollando con los años. De hecho, comienza a aumentar desde la adolescencia hasta la edad adulta.
De acuerdo con diversos estudios:
- En la adolescencia, los varones tienden a ser más resilientes que las mujeres.
- Entre los adultos, las mujeres son más resilientes que los hombres.
- Los adolescentes resilientes suelen presentar mayor inteligencia y habilidad para resolver problemas.
Para formar adolescentes resilientes
En esta etapa de la vida, los jóvenes buscan independizarse de su familia, pero mantener su conexión y pertenencia. En el vaivén de cambios, los adolescentes pueden vivir emociones positivas como la alegría, la satisfacción y la ternura.
El optimismo refleja una actitud positiva hacia lo adverso, con lo que sienta las bases para la resiliencia en la adolescencia.
Cuando somos resilientes, somos más capaces de superar el dolor y salir fortalecidos.
La resiliencia comienza a cultivarse desde la niñez, con una crianza respetuosa. Pero la adolescencia es un momento con grandes oportunidades para desarrollar esta virtud. A mayor optimismo, mayor resiliencia, una fortaleza que siempre será buen momento cultivar.
Nuestra comunidad